-Ahorrar en el supermercado. Increíblemente, y contra todos los pronósticos, los hombres, que antes jamás pisaban si quiera un almacén, ahora recorren las góndolas de los supermercados contentos con sus carritos y, cuando llegan a la caja, despliegan toda su masculinidad. "Saber que ahorré más de un 20% y pagué en cuotas, me hace sentir el rey de la selva", "Yo me doy cuenta, la cajera me mira con ganas si soy piola usando los descuentos de la semana", son algunos de los comentarios de los varones en el super.
-Conseguir lugar para estacionar. Vas con tu mujer, novia, etc. en el auto y encontrás lugar en la puerta del lugar. ¿Hay algo que te haga sentir mejor? Después no importa si fuíste a comer y la comida era una cagada, si te fajaron con la cuenta o si te la pasaste hablando estupideces, la minita quedó muerta con vos.
-Evitar un trapito. Salir con el auto en pareja siempre trae acarreada una situación de tensión. Estacionaste y se te acerca un trapito: "¿Te lo cuido, jefe?", más que una pregunta es un desafío a tu masculinidad. Si aceptás quedás como un cagón ante la dama, un pusilánime que no se la banca, pero, siempre conviene aceptar la propuesta del cuidacoches, con la salvedad de "Te pago cuando vuelvo". Es una apuesta, una situación de adrenalina pura. Si al regresar lográs fugarte sin pagar y con el auto indemne, sos un verdadero guapo, un macho de arrebal, de los de antes, y, seguramente tu mujer, quedará muerta con vos. Por las dudas, nunca más vuelvas a estacionar ahí.
-Ser el único que tiene señal en una reunión. Admitámoslo, hoy por hoy, cada rayita de señal que tiene tu celular, en lugares sin buena cobertura, se cotiza tanto como los abdominales marcados o unos buenos biceps. Las mujeres se vuelven locas por los tipos que siempre están conectadas, no hay nada más seductor que ofrecerle tu móvil a una chica sin señal.
-Comer en lugares insalubres. Con todo este auge de la comida sana, el veganismo y ese tipo de sectas, animarse a comer un chori al paso, es un signo de rebeldía, de esos que hacen suspirar a las damas. Hasta el más macho tembló a la hora de encarar una parrillita precaria, poco higiénica o un puestito rutero.
Lo importante es que siempre sentirse más varoníl es algo mental, que depende de uno. ¿En qué situaciones creés vos que sos realmente un verdadero macho?
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