¿Cansado de
descubrir gente que se hace millonaria de la noche a la mañana? ¿Harto de
escuchar hablar a tipos que la pegaron? Te presentamos ejemplos reales de
personas que fracasaron y nos hacen sentir menos perdedores en la vida.
Juan
Manuel era el CEO de una importante empresa multinacional con sede en Buenos
Aires. Vivía en Puerto Madero, viajaba regularmente a Europa, por trabajo y por
placer, y contaba con un nivel de vida lujoso, al borde de lo obsceno. “Las cosas me iban realmente bien
económicamente, pero yo sentía que me faltaba algo. Día tras día salía del garaje
de mi loft con la camioneta y pensaba ¿qué hago acá, por qué no puedo estar
surfeando? Espiaba el paisaje por las ventanas de mi oficina en el piso 32 y no
veía el horizonte, el río, la imponente ciudad, me concentraba en el vidrio, me
sentía encerrado. Quería crear algo propio en otro lugar más libre”, nos
explica Juan Manuel sentado en el comedor de su nuevo departamento.
“El punto de inflexión fue al cumplir los
treinta, ahí me dije, sino lo hago ahora, no lo hago más. Me fui un fin de
semana a surfear a Cariló y me puse a estudiar las posibilidades de abrir un
negocio allá, algo propio, que dependiera 100% de mí. Renuncié al laburo, vendí
todo lo que tenía y lo invertí en un local. Siempre me gustaron las pilchas y
todos me elogiaban mi excelente gusto en corbatas, por lo que puse un local de
corbatas en Pinamar. Una oportunidad de negocio.” La decisión de Juan
Manuel, no fue casual. “La verdad que soy
un lector compulsivo de literatura de autoayuda, mi voz interior me decía
animate, soltá el bienestar, largate a la aventura. Hoy, esos libros, los vendí
para pagar el alquiler”
Si bien los
primeros tiempos fueron difíciles para el emprendedor, al menos podía disfrutar
de su tiempo libre para surfear. “Evidentemente
la pifié, la gente en Pinamar no usa corbatas, ni en los casamientos se viste
de traje. Además, a decir verdad, las olas para surfear eran una mierda”. Remató
el stock de corbatas que le quedaron y volvió, en bancarrota a Buenos Aires. “En cada entrevista de trabajo que tenía,
cuando explicaba porque había renunciado a mi antiguo puesto de CEO y las
causas de mi exilio costero, dejaba una imagen de tipo inmaduro, medio pelotudo,
por eso me fue muy difícil reinsertarme en el mundo laboral. Por suerte pude
entrar de telemarketer”.
Con el poco
dinero que le quedó, y con su nuevo sueldo, alquiló un departamento en el centro de Buenos
Aires. “Me había acostumbrado a vivir en
Puerto Madero y me cuesta abandonar el barrio”. Lejos del lujo de otrora,
el departamento actual es del otro lado de los puentes de Puerto Madero, del
otro lado de la avenida Madero, en el pintoresco barrio de la Boca. Un monoambiente, primer piso interior
que da al patio de aire y luz, de un monoblock de 20 pisos. “La vista no es gran
cosa, pero me sirve para reflexionar ¡Qué imbécil que fui!”.
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