Los mensajes ocultos en las canciones no son ninguna novedad. Pero, al menos, antes eran más disimulados, venían solapados, escondidos, había que grabarlos en casette y pasar la cinta al revés. Entre tantos otros, los Beatles, Queen y los Rolling Stones, utilzaron su música para enviar retorcidas alabanzas al demonio o al consumo de dulce de leche light en pote de plástico. Pero tal vez uno de los casos más resonantes fue el de Xuxa, quien escuchándola al revés, incitaba a los niños a comer caramelos "media hora" y no lavarse los dientes.
El problema viene con "El Sapo Pepe", la pegadiza canción que escuchan todos los niños hoy en día, incluídos mis hijos. En este hit infantil ni siquiera tenemos que hacer experimentos con la cinta, la bajada de línea está ahí, en la superficie. Aberrante, impúdica y desvergonzada. ¿Ustedes creen que El Sapo Pepe es un tema ecologista o que defiende la política internacional del derecho animal? No señores, El Sapo Pepe, sépanlo es, lisa y llanamente, una invitación al consumo de música electrónica y estimulantes. El adictivo estribillo "...le digo Pepe vení y el salta, salta, Pepe, pará, y el salta salta... Te vas a marear, te vas a marear..." está, claramente, adoctrinando futuros ravers en el energúmeno saltito característico para danzar al son del "punchi-punchi" y alentando a la desobediencia juvenil.
Los padres debemos encender la alarma, si hay algo que no quiero para la educación mis hijos es que escuchen música electrónica, cumbia y reggaetón. Sin prohibir, hay que saber llevar agua para el propio molino. Cada vez que suena esta funesta canción del Sapo Pepe en casa y mis pequeños comienzan a bailar saltando como si estuvieran en el Love Parade, con mi mujer gritamos "POGOOOOO" y nos prendemos todos, nos golpeamos en el aire y nos empujamos, transmitiendo de generación en generación lo mejor de la cultura rock. De paso cañazo, la pasamos bomba en familia.
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