Por estos días el Pokemón Go acapara toda la atención, no solo de miles de fanáticos que descargan la aplicación y juegan como alineados por las calles del mundo, también el fenómenose debate en los más prestigiosos ámbitos.
Las universidades de filosofía han cambiado, por ejemplo, sus grandes dudas e hipótesis de estudio. Ya nadie se pregunta sobre los misterios de la vida y la muerte, los académicos buscan respuestas lógicas a las nuevas grandes demandas "¿Son solo unos boludos los que juegan al Pokemón Go?",
"¿es la versión virtual de la vieja escondida sin piedra libre para todos los copas?", "¿Acaso Greenpeace no va a hacer nada contra la caza indiscriminada de pokemones?". Hay dos vertientes bien claras, los que, efectivamente, tildan de "pelotudos" a los jugadores y aquellos pensadores, un poco más preogresistas, que sostienen que "la humanidad busca algo más que criaturitas virtuales, busca ejemplos, héroes y una mascota irreal que no le orine los muebles".
Algunas Iglesias Evangelistas han tratado de llevar pokemones a los templos para tratar de hacer entrar a los jugadores y convertirlos en fieles. "La asistencia está bajando, ya no alcanza con coros gospel y publicidad en televisión, hay que innovar".
Lo cierto es que el Pokermon Go puede ser una moda pasajera, como el Candy Crush o el baile de la lambada, que hizo furor en los '90. Todos, ¿quién no?, hemos caído, alguna vez, en la tentación de uno de estos juegos pavos, como el Pacman o el ajedrez. La moda pasará y, en unos años, recordaremos con nostalgia esas busquedas mitad virtuales, mitad reales. Mientras tanto, yo aprovecho para vender un curso de Lambada en DVD, los interesados comunicarse por inbox.
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