-¡¿Cómo me podés hacer una cosa así?! -increpé a mi sobrino.
-Te recomiendo, tío, que pienses bien lo que decís, quizás te convenga asesorarte con un abogado -me respondió, frío, Manuel, el hijo de mi hermano.
-¡Claro que necesito un boga! Si me metiste una demanda por estafa reiterada, daño moral y no se qué otras boludeces más.... ¡¡¡A tu tío!!!
-Deberías haberlo pensado bien antes de disfrazarte de Papá Noel y quebrantar la buena fe de otras personas. A mi me duele mucho todo esto, pero creo que es una forma de reparar los perjuicios que me causaste.
-¡Fue hace 20 años! ¿De qué perjuicios me hablás?
-Sufrí severos traumas por creer en una figura que realmente no existía, años de psicólogo, cargadas y agresiones en la escuela... prefiero no recordarlo. Agradece que fui bueno y no levanté cargos por falsificación de identidad.
-¡Y yo que te felicitaba porque te recibiste de abogado!... -me lamenté.
-¿Por qué crees que estudié Derecho? Justamente, para reparar esa herida abierta que tenía. La foto de la Navidad del ´91, yo en tu falda, creyendo estar con el verdadero Santa Claus, me inspiró y me dio coraje para presentarme ante cada examen de la facultad.
-No puede ser... ¿qué es lo que estás buscando, una indemnización, sacarme algo de plata?
-¡No te hagas el boludo, tío! Vos sabés muy bien qué es lo que quiero...
Me quedé confundido, en silencio por unos segundos, quizás unos minutos, tratando de dilucidar qué tenía en mente mi sobrino. Como un flash recordé aquella navidad del ´91, la mirada codiciosa y vengativa de Manuel cuando entregué los regalos.
-¿Seguís enojado porque a mi hijo le tocó el "Bombero Loco" y a vos un par de medias? -arriesgué, tímidamente.
-¡No me tocó! ¡Vos cambiaste las etiquetas! Creías que me ibas a tomar por boludo, pero no... yo te ví y no dije nada, me lo guardé...
-¿Me estás jodiendo? ¡¿Tanto quilombo por un bombero loco?!
-Al año siguiente me cagaste de vuelta tío, a mi me tocaba el cubo mágico y a tu hijo un pijama a cuadritos... y volviste a cambiar los regalos... Vaya a saber por cuántos años me habrás cagado...
Era verdad, no pude seguir con la mentira atesorada por tanto tiempo, el muy bicho me había pescado, siempre fue rápido, medio sorete, desde chiquito. Confieso que favorecía a mis hijos, nunca supe por qué, mi abuela le compraba regalos tan distintos a los chicos. Seguramente de jodida, nomás, para que terminemos todos peleados. La nona tenía esa belicosidad innata, de las viejas que hoy en día tienen clavada la tele en Crónica.
-¡Quedate tranquilo, sobrino! Ya sé como arreglar la situación para que levantes las denuncias.
-Eso espero. Mirá que ya hay sentada jurisprudencia en casos similares, entre nosotros, si no arreglamos, estpas en el horno. Espero noticias tuyas -dijo, seco, para dar terminada la charla.
Busqué en internet, no gasté mucho y asunto terminado. Logré conformar al niño que todos llevamos dentro. Las fiestas tienen esas cosas unen y desunen familias. Como una paradoja del destino, regalarle el Bombero Loco que tanto deseaba apagó el incendio familiar. Eso sí, este año, ni en pedo me disfrazo.
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