Hace
unos años decidí pasar a la virtualidad, cansado de soportar alumnos
insolentes, padres irrespetuosos y amenazas permanentes. Me sumergí en el
apasionante mundo de la educación online, suponiendo que sería anónimo,
manejaría mis tiempos y tendría poco contacto con el alumnado.
Al principio fue todo color de rosa, mis clases de
Literatura Húngara, eran un éxito, los comentarios de mis alumnos me
entusiasmaban y parecíamos haber logrado una gran empatía, pero la fantasía
duró poco, hasta que tuve que tomar el primer examen. Una vez anunciada la
fecha de la prueba el clima cambió rotundamente. Empecé a recibir mails en mi
casilla personal, correos extraños.
“Profe: Si me pasa las preguntas por este
medio, puedo retribuirlo con algunas fotos de mi intimidad. Ud. sabe ;) Besitos,
Marina.” Un evidente soborno que,
debo admitir, no me sorprendió tanto. “Escuchame, pelotudo. No
te zarpés con el examen porque te lleno la compu de virus.” Este
segundo mail, una clara amenaza a la integridad de mi ordenador, me dejó un
poco preocupado.
Obviamente, no me dejé amedrentar ni sobornar. El
examen se llevó a cabo con la rigurosidad que acostumbraba y con catastróficos
resultados. Ningún aprobado entre 20 alumnos. La catarata de mails no tardó en
llegar.
“Profe: no pude estudiar
porque estuve sin wi-fi L… ¿Puedo hacer un recuperatorio? Le mando
algunas fotitos mías. Besitos, Marina”. Estoico, resistí la
tentación de abrir el archivo y eliminé el mensaje.
“El perro me
mordió el cable de la compu, murió electrocutado y no pude hacer bien el examen
porque estuvimos velándolo. ¿Puedo hacerlo de vuelta?” Se excusaba otro.
“Creo que todavía podemos
arreglar el problemita de mi hijo… mandame tu CBU. Absoluta reserva” Me
escribió, con clara intención de comprarme el padre de uno de los alumnos.
“Chabón, te desubicaste
mal, no entendiste nada… Cuidate, tengo todas tus contraseñas, espero que
reveas las notas” Este último
mail, acompañado por un archivo .exe, me puso alerta.
Supuse que se trataba de un joven irritado, pero
entrando al foro de los estudiantes para intercambio de material didáctico noté
que empezaban a circular memes y fotos trucadas con mi cara, de muy mal gusto. Como
tantas otras veces, en mi carrera docente, le puse el pecho a las balas y
aguanté el aluvión. La cosa se complicó cuando recibí una llamada del Director
de estudios.
-No lo tome a mal, profesor, pero vamos a tener que
retocar un poco las notas de su examen, no podemos tener a todos bochados –comenzó
diciendo el Director.
-Me niego, terminantemente, a aprobar a esos burros –defendí,
de manera heroica, mi postura.
-Es que tenemos un problema burocrático, necesitamos
un abanderado en cada curso y, en el suyo, es imposible con todos aplazados –argumentó
mi superior.
-¡¿Abanderado?! Pero esto es un curso online… ¿Cómo
le ponen la banda, lleva efectivamente una bandera? –pregunté, un poco
confundido.
-Al usuario le ponemos un emoticón con la banderita.
Mi ética profesional chocaba contra el deber
patriótico. Y bueh… todo sea por nuestra Nación. Esa chica, Marina, finalmente
fue la abanderada, y las fotos que prometía, no estaban nada mal.
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