Una
importante empresa de golosinas estaba por contratar a un director de productos
para Latinoamérica y quedaban cinco candidatos. Para la decisión final,
convocaron a Richard Bragarini, el crack de los recursos humanos. Los cinco
candidatos estaban casi a la par en cuanto a educación, experiencia laboral y
habilidades. Richard se reunió, personalmente, con los pretendientes y tomó una
determinación completamente distinta a la que los otros entrevistadores esperaban.
Uno de los candidatos, llegó a la entrevista con olor a mandarina, mientras
todos tomaban esto, como señal de mala educación, Bragarini observaba un plus a
favor del candidato.
-¿Vos estás seguro? Ese tipo tenía
una baranda a mandarina inaguantable… ¡Imaginátelo en una reunión en Europa!
–observó otro de los encargados de Recursos Humanos.
- Venir a una reunión de semejante
envergadura con ese olor, es un signo de valentía, este hombre quiso decirnos,
“yo soy auténtico, natural como esta deliciosa fruta de color naranja”. Los
europeos, por otra parte, aman a los que llevan una vida saludable, por
ejemplo, comiendo fruta –argumentó Richard.
-Todo muy lindo, pero apenas llegó
escupió una semilla, que le había quedado entre los dientes, adentro del café
–señaló un representante de la multinacional.
-¡Un innovador! ¿Acaso ustedes han
probado café con un leve toque mandarinesco? –desafió Bragarini.
Los otros se miraron negando con la
cabeza. El desconcierto reinaba en la reunión.
-¿Notaron que tenía la uña del dedo
gordo izquierdo más larga y muy sucia? Justamente para pelar las mandarinas…
Considero que no es algo muy usual, higiénico, ni educado…
-¡Un práctico! Ese hombre es lo que
ustedes necesitan, capaz de resolver rápidamente y con pocos recursos los
problemas… Para pelar la mandarina no necesita más que sus uñas… ¡brillante!
Son signos inequívocos de un líder. Si quieren mejorar, hay que innovar y este
candidato, reúne todos los requisitos para dar un golpe de timón –sentenció,
Richard, dando por terminada la discusión.
La compañía contrató al candidato
del olor a mandarina, al poco tiempo fue bautizado, cariñosamente, dentro de la
empresa, “macedonio” (por la ensalada de frutas). Además de mandarina, chupaba
naranjas, se chorreaba con durazno las camisas y rara vez no tenía un pedacito
de cáscara de manzana entre sus dientes. Macedonio fue un gran director y
también se dice que la mitad de su sueldo, se la donaba a Richard en señal de
agradecimiento.
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