Anteojos 3D, último recurso masculino en el cine.

Fui, a ver Toy Story 3. Peliculón. Ahora bien, cualquier persona (en este género no entran los amantes del reggaetón) que haya visto las dos primeras, que tenga hijos o que haya tenido infancia, sí o sí, llora. Es imposible que a uno no se le escape un lagrimón. Y acá viene el problema, más allá de estos nuevos paradigmas de hombre abierto, sentimental, que usa cremitas, carteras encubiertas, en definitiva, metrosexual; a ninguno le gusta llorar a moco tendido en el cine. Si fuese que vemos "La lista de Schlinder" u otro dramón, se entiende, pero estamos hablando de Toy Story 3, una película infantil... ¡Por suerte existe el cine 3D! No le había visto mucho sentido a los anteojitos hasta que ocultaron mis ojos llorosos. Porque, para colmo, los golpes bajos de estos films nunca están en el medio, dando tiempo para recomponerse, siempre al final. Cuando está terminando la historia te hacen flaquear, desmoronarte emocionalmente, a pesar de nuestra férrea resistencia, y ¡PAF! prenden las luces deschavándote, dejándote expuesto ante la sociedad como una nenita frágil y sentimentaloide. De nada sirve taparse la cara con el balde de pochoclos o bajar la cabeza buscando una inexistente moneda perdida en el piso, los ojos vidriosos se notan. El cine 3D, muchachos, nos da la posibilidad de sostener dingamente nuestro llanto, solo se requiere habilidad para secar las lágrimas que caen por las mejillas. Acomodar los anteojos y, de pasada, limpiarse, es una buena solución. Cuando terminó Toy Story 3, los niños y las madres descubrían sin pudor sus ojos, los hombres casi en su totalidad eran los únicos que se mantenían con las gafas puestas hasta el último instante, como si estuvieran en un eclipse solar más que en una sala de cine. Yo soy macho y lo reconocí, lloré pero cuando la masa se dispersaba, aguzé el oído para escuchar las excusas de un hombre grande, recio, "linda, ¿no? un poco triste el final...", su pareja se animó e hizo la pregunta hiriente: "¿Lloraste, mi amor?"... "No, estos anteojitos de mierda me irritaron los ojos".
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Ignacio Lafferriere

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