Cuando decidí titular que el partido fue un trámite, no me refería al desarrollo del encuentro, sino a las diligencias que tuve que hacer mientras se jugaba. Mi mujer, ¡cuándo no!, me sacó un turno con el odontólogo justo a la hora del match. Presumo, una vez más, que se trató de una artera maniobra para alejarme del único televisor de casa. ¿Perdía la cita odontológica o me perdía, al menos, el primer tiempo de un partido de primera rueda que parecía sencillo? El dentista no da turnos, fija audiencias, como si fuese el Presidente, con suerte, me volvería a revisar la boca para Navidad. "¿Quién va a ir? -pensé- Seguro en la sala de espera hay una tele y capaz que se ve mejor que en la compu de la oficina". Calculé mal, la antesala estaba llena (de mujeres) y en la pantalla de 14", que colgaba de un ángulo, se veía, algo borroso, la novela de la tarde. Me acerqué al mostrador de la secretaria para negociar con ella un cambio de canal, estaba dispuesto, inclusive, a entregarle una pequeña suma de dinero por el favor. "Ni loca me pierdo la novela, váyase de acá o le meto tres pacientes antes que usted y le dejo el culo cuadrado de esperar sentado" me respondió, concisa, la enfermera. La atención al público ya no es lo que era. "Igualmente, quédese tranquilo, ahora le toca pasar a usted y el doctor tiene un monitor", intentó suavizar.
Al minuto se asomó el dentista empujando a la paciente anterior (una vieja) y apurándome para hacerme entrar. "¿Te molesta si vemos el partido?" me preguntó, ansioso, control remoto en mano, sin esperar la respuesta. Tenía una super silla, además del torno y demás instrumentos de tortura, tenía acoplado un monitor plano, que servía para ver radiografías e historias clínicas y para ver tele. Me senté en esta especie de nave espacial con la pantalla de costado, el comienzo del segundo tiempo fue simultáneo al inicio de mi turno odontológico. Los jugadores salieron del vestuario y yo abrí, bien grande, la boca. "¿Por qué viniste? ¿Una carie?", se interesó el profesional de los dientes, "Una o dos, hace tres años que no me revisó", me sinceré. El hombre de delantal blanco parecía no darle importancia a lo que yo decía, subía el volúmen de la tele y miraba más interesado el match que mis muelas. "Este tipo -pensé-, está más concentrado en el partido que en mi boca". Arrancamos... A pesar de tener la cabeza quieta, inmovilizada, mis ojos no paraban de girar, de la pantalla al dentista. Me fue golpeando los dientes uno a uno, cambiando la intensidad del martillo según Argentina atacaba con más peligro. En una contra de los griegos casi me astilla una paleta. "Bastante bien tenés una sola carie, ¿la hacemos ahora?". Asentí con la cabeza, ya estaba jugado, como los griegos. Seguramente, por la emoción del partido, se olvidó de aplicarme la anestesia, o sería para que sienta la vibración del encuentro más a flor de piel. La primera pasada del torno coincidió con un profundo ataque de Messi y casi se me salen los ojos de las órbitas por el dolor. "¿Viste qué jugadón? ¡Es un fenómeno este pibe!" malinterpretó el médico, convencido que mis gritos se debían a la pasión futbolera. Por suerte el gol de Demichelis, el del 1 a 0, vino cuando me estaba haciendo un buche. El dentista estaba tan contento que me estampó un abrazo y le dejé un hilo de baba colgando del delantal. Con la tranquilidad de la victoria parcial, se focalizó un poco más en mis malestares bucales. Hasta el momento fatídico, entró Palermo. Como una advertencia divisé, colgado en la pared, un banderín de Boca Juniors, el tipo era fanático del goleador argentino. "Más vale que termine rápido porque si Palermo la mete, este animal me mete el torno hasta los pulmones -reflexioné-.Tengo que hacer algo." Aproveché que se giró para preparar la pasta que cubre la corona del diente y con un movimiento seco y certero, desenchufé el monitor. "¡Justo ahora se cuelga esta cosa...Me quedé sin señal!" se lamentó el odontólogo. Terminó su trabajo y cuando volvió a girar, le conecté el monitor. Gol de Palermo. Abrazo más fuerte. Delantal salivado casi por completo. Terminó el partido junto a mi sesión. "Escuchame, hablá con mi secretaria, mirá el fixture y que te de turno el próximo partido de Argentina. Por cábala lo tenemos que ver juntos" me ordenó. Por suerte, los octavos de final se juegan un domingo y el dentista no está de turno.
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