La decadencia del imperio (del café) americano

Paseando por Buenos Aires me ha llamado la atención, me preocupó, como ha crecido la cantidad de gente que anda con un café "para llevar" por la calle. Impresionante. No son solo oficinistas que no tuvieron tiempo de desayunar. Adolescentes, quienes por lógica o tradición deberían tomar otras bebidas, deambulan con sus capuccinos, exhibiéndolos como si se tratara del último celular o la remera de un grupo de rock. ¿Hay algo más incómodo que tomar café caminando? Y peligroso, nunca falta el gracioso que pregunta, sin necesidad y con mala intención, la hora para ver, en primer plano, como se vuelca el café y se produce una quemadura de tercer grado. Porque ese es otro problema... está hirviendo. Café estilo americano se traduce en "gigante, hirviendo y con gusto a quemado". El tamaño mínimo de los vasos térmicos que te venden es como el de los pochoclos del cine. Ni hablar si pedís un té... el balde de agua en ebullición está listo para hacer un paquete de fideos. El tamaño desmesurado del brebaje que nos ofrecen me hace pensar lo peor... ¿Nos querrán mantener despiertos por algo en especial?
El caso más singular es el de Starbucks... ¡Están por todos lados! Ir a uno de estos locales es toda una experiencia, creo que a los novatos deberían entregarles un manual de instrucciones. De otra forma es imposible descubrir por dónde se pone el azúcar en ese inviolable café. La famosa caja negra de los aviones está claramente inspirada en la inviolabilidad de los envases de Starbucks. Una vez que desciframos (por seguir a algún iniciado) como sacar la tapa vamos a la mesa donde hay... azúcar de todos los colores, vainilla, canela, orégano, pimienta... ¿Para qué la complican tanto? ¿Estarán entongados con los gastroenterólogos? Cuando volvemos a poner la tapita viene lo peor... tomarlo por un agujerito mínimo, similar al de la mamadera de mi hijo... A ojo, tomar de a sorbitos ese balde de café, nos puede llevar entre una hora, hora y media. Por eso nunca hay mesas libres. Está siempre lleno y, cuando pasamos por la vidriera, pensamos, "debe ser bueno el café acá, mirá toda la gente parada". Es un círculo vicioso, nefasto, una cionfabulación internacional de las corporaciones cafeteras, las mafias que manejan millones.
Señores, no se confundan, esto es una btalla cultural. Los yankees nos quieren imponer el café aguado. Volvamos a las fuentes, no a las fuentes de café americano, al cortadito en pocillo, incluso a la mariconería de la lágrima y el jarrito.
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Ignacio Lafferriere

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